Estaban hablando el alcalde y el maestro del pueblo en la taberna: Alcalde: Hoy viene el nuevo párroco. Maestro: ¿Y le va ud. a avisar de la costumbre que tienen las mujeres de decir “tropezar” en vez de “cometer adulterio”?. Alcalde: No, ya se enterará él. El párroco empieza a confesar ese mismo día: - Avemaria Purísima. - Sin pecado concebida. A ver, hija, ¿Qué te pasa?. - Padre, confieso que he tropezado. - Pero hija, eso no es pecado. Anda vete. Así una tras otra todas las mujeres del pueblo. El párroco termina las confesiones, va a la taberna y entabla el siguiente dialogo con el alcalde: Padre: Señor alcalde, a ver si intenta reparar un poco las calles del pueblo, que las mujeres no hacen más que tropezar. Alcalde: Ja, ja, ja, usted no se entera de nada. Padre: Pues no sé de qué se ríe, si su mujer es la que mas tropieza.
Por aquellas frescas noches de verano amenizadas con largas chácharas en un banco...