El primer ministro francés, François Fillon, dijo la semana pasada:
"Los
inmigrantes no franceses deben adaptarse (...) estoy cansado de que
esta nación se preocupe por saber si ofendemos a determinados individuos
o a su cultura. Nuestra cultura se ha desarrollado en
luchas convertidas en victorias por millones de hombres y mujeres en
busca de la libertad. Nuestra lengua oficial es el francés (...) En
consecuencia, si ustedes desean formar parte de nuestra sociedad,
¡aprendan la lengua! La mayoría de los franceses creen en
Dios. No se trata de una obligación cristiana, de la influencia de la
derecha ni de presión política, pero es un hecho, porque hombres y
mujeres fundaron esta nación sobre principios cristianos, y esto se
enseña oficialmente. Es perfectamente adecuado difundirlo en los muros
de nuestras escuelas... Si Dios les ofende, les sugiero que consideren
otra parte del mundo como país de acogida, porque Dios forma parte de
nuestra cultura. Nosotros aceptamos sus creencias sin cuestionarlas. Lo
único que les pedimos es que acepten las nuestras y que vivan en
pacífica armonía con nosotros. Éste es nuestro país, nuestra tierra y
nuestro estilo de vida. Y les ofrecemos la oportunidad de aprovechar
todo ello. Pero si están cansados de nuestra bandera, de nuestro
compromiso, de nuestras creencias cristianas o de nuestro estilo de
vida, les recomiendo calurosamente que aprovechen otra gran libertad
francesa: el derecho a marcharse. Si no son felices aquí, que se
marchen. No les hemos obligado a venir. Han pedido estar aquí. Acepten,
pues, el país que han elegido."
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